5 mar 2014

¿Los asteroides se han puesto científicamente de moda?

Recuerdo cuando leí la noticia en un periódico local acerca de que un asteroide de medio kilómetro de largo había pasado muy próximo de la Tierra hacía muy pocas semanas, y que nadie se había enterado sino hasta varios días después del paso del objeto. Lo recuerdo particularmente porque con mi hermano discutimos largamente acerca de las consecuencias que hubiese tenido en la Tierra el impacto de ese cuerpo. Y también porque en esa época, hace más de 20 años, me encontraba casualmente preparándome para el ingreso a la carrera de Astronomía, en La Plata. En aquella época los programas de observación de cuerpos menores por parte de los científicos estaban en pañales, o ni siquiera. De manera que, antes de continuar y respondiendo la pregunta inicial: siempre estuvieron científicamente de moda desde que se comenzaron a descubrir (ver más abajo). El tema es que hoy en día hay una batería de instrumentos que escrutan el cielo en busca de estos oscuros objetos que orbitan en diferentes posiciones en nuestro sistema y constantemente son noticia. Justo en estos momentos, mientras escribo estas líneas, el pequeño asteroide 2014 DV110 está transitando entre la Tierra y la Luna.
Aquel peligroso paso ocurrió entre el 22 y 23 de marzo de 1989, cuando un objeto de aproximadamente medio kilómetro de “diámetro” y 45 millones de toneladas pasó un poco más allá de la luna, a unos 650 mil kilómetros y a una rapidez de 74 mil kilómetros por hora. En términos astronómicos, nos pasó rozando. Si el objeto hubiese pasado 6 horas más tarde habría impactado de lleno en nuestro planeta. Un cálculo rápido nos dice que su energía cinética era en ese momento de aproximadamente 1x10^19 Joules. Esta energía sería la equivalente a aproximadamente 17 megatones.

Asteroide Vesta: By NASA/JPL-Caltech/UCAL/MPS/DLR/IDA
Ningún ser humano se percató del paso de ese objeto y el intruso se alejó inofensivamente siguiendo su órbita signada por los tirones gravitatorios de los cuerpos mayores del Sistema Solar.
Si esta órbita hubiera sido distinta, la historia reciente habría cambiado radicalmente ese día pues el impacto se habría dado con seguridad. Casi seguro el ser humano no se hubiese extinguido, pero el impacto realmente habría sido catastrófico. Si la zona del impacto hubiera sido el mar, habría provocado tsunamis de cientos de metros de altura que hubiesen aniquilado por completo kilómetros de zonas costeras. En tierra firme, el impacto habría tenido la capacidad de destruir por completo una gran ciudad y arrojar nubes de polvo que habrían bloqueado la luz del sol por un tiempo muy largo. Por fortuna nada de esto ocurrió.
“Desde el punto de vista cósmico, eso fue escapar por un pelo”, dijo en aquella época el astrónomo y geólogo Henry Holt, en Flagstaff, Arizona. Holt descubrió el asteroide casi una semana después de su paso por las cercanías de nuestro planeta. A partir de un estudio que estaba realizando sobre unas fotografías tomadas el día 31 de marzo de ese año con el telescopio Schmidt de 45 centímetros de Monte Palomar, se percató del claro rastro dejado por el objeto en la placa (en aquellos años todo se hacía a base de placas fotográficas).
Las noches subsiguientes Holt y otros astrónomos siguieron observando el objeto con el mismo telescopio mientras éste se alejaba hacia el cinturón de asteroides. Los cálculos revelaron que la Tierra y el asteroide habían cruzado el mismo punto del espacio con una diferencia de seis horas.
El Centro de Planetas Menores nombró en esa época provisoriamente al cuerpo como 1989 FC. Indicando el año y la letra F haciendo referencia a la sexta quincena del año y la C al tercer asteroide descubierto ese año. Posteriormente se lo denominó 4581 Asclepius, y es de tipo Apolo.
Con cerca de medio millón de asteroides orbitando el Sol, cuya mayoría se halla entre Marte y Júpiter, objetos similares a 4581 Asclepius golpean a los “mayores” del Sistema Solar con bastante frecuencia. De más está decir que el registro de estos encuentros violentos se hallan por doquier en los planetas y lunas conocidos y también en la Tierra.

Rotación des asteroide Gaspra: By NASA/JPL
Parecería ser que en estos tiempos se han puesto de moda el paso de rocas cercanas a la Tierra pero no, siempre pasaron y también colisionaron, pero antes, por supuesto, no se las detectaba con facilidad ni se las podía estudiar en profundidad. Se podría decir que desde que se descubrieron, allá por los años 1800, siempre estuvieron de "moda". El primero que seriamente se puso manos a la obra con el tema fue Johannes Kepler, quien en 1596 teorizó sobre la posible existencia de un planeta entre las órbitas de Marte y Júpiter (allá donde se halla el enjambre mayor). Claro está que él no buscaba cuerpos menores sino un planeta. Luego vino Johan Bode, quien en el año 1772 predijo a qué distancia se debería encontrar este supuesto cuerpo desconocido y en 1800 el barón Franz von Zach de Hungría organizó “la policía celeste”, un grupo de científicos que se dedicaron a buscar el planeta. A partir de allí comenzaron los descubrimientos, pues en 1801, de manera independiente, Giuseppe Piazzi fue el primero en localizar un cuerpo en la posición indicada: lo llamó Ceres. Ese mismo año, uno de los matemáticos más grandes de todos los tiempos, Gauss, calculó la órbita de Ceres y mediante su procedimiento se buscaron y encontraron más objetos. Este nombre con que los conocemos hoy se lo debemos a Willam Herschel, quien los denominó “asteroides” o parecidos a estrellas. Luego vendría Wilhelm Olbers, quien descubrió a Palas y teorizó acerca de que algún planeta habría explotado en esa zona. De allí la lista de astrónomos crece y también los descubrimientos hasta llegar al día de hoy, donde se sabe que los asteroides no sólo se agrupan en una disco entre Marte y Júpiter, sino que hay grupos o familias. Como los Griegos y los Troyanos, ubicados en los puntos de Lagrange de Júpiter con el Sol; o los Apolo, cuyo semieje mayor de su órbita es mayor que el de la Tierra (1 UA) y su perihelio, menor que el afelio de la Tierra (1,017 UA). Pero para todo esto habrá que escribir un nuevo artículo, que éste ya se ha extendido más de la cuenta.

Por Mariano Miguel Lanzi

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